30M: «Las trabajadoras del hogar somos muy importantes para la sociedad»

Amira llegó a Canarias desde Marruecos en 2008. Reconoce que ha vivido momentos muy duros, trabajando casi sin descanso de lunes y sábado, cuidando a familias enteras sin contrato, a personas mayores o con alguna discapacidad. Ha sufrido abusos y la discriminación o el desprecio por su nacionalidad, por no hablar bien el idioma o por llevar un pañuelo.

«Lo peor es el trato que recibimos, que no te respeten profesionalmente, personalmente… Que te mientan. Como cuando empiezas a trabajar con unas condiciones y luego no las cumplen. Siempre te engañan con el contrato. Pero también lo pasas muy mal por la discriminación. Una señora se metía conmigo por cómo hablo, porque cuando llegué aquí no sabía nada de español. Después de la mala experiencia con esa señora me propuse aprender español para mejorar y prosperar en el trabajo».

Gracias al asesoramiento y la formación de Cáritas Diocesana de Canaria, Amira ha conseguido regularizar y mejorar su situación como trabajadora del hogar.

¿Cómo comenzaste a trabajar como trabajadora del hogar?

Llegué acá en 2008, con un contrato de trabajo que me consiguió mi hermana. Tenía que cuidar una niña, pero yo vivía lejos y fue muy duro para mí porque tenía que trabajar de lunes a sábado y apenas dormía. Tenía que trabajar en la casa durante el día y atender a la niña también por la noche. La familia era muy buena, pero el contrato ponía una cosa y yo hacía otra. Era casi estar pendiente las 24 horas de la niña de lunes a sábado por solo 500 euros. Había logrado la residencia y tenía contrato, pero no podía seguir en esas condiciones. Mi salud estaba empeorando después de tres meses seguidos trabajando muchas horas seguidas.

¿La siguiente experiencia laboral fue igual de dura?

Me llamaron para cuidar a un señor con discapacidad. Pero al final terminé cuidando al señor, que tenía unos 60 años, y a su madre, que tenía unos 90 años. También fue duro porque estaba como interna y trabajaba muchas horas al día para cuidar a los dos. Tenía que estar pendiente día y noche del hombre y de su madre. Además de limpiar y cocinar para toda la familia, a veces hasta quince personas. Era una situación muy difícil, por lo que hablé con el hijo y él me respondió: «Esto es lo que hay». Y su madre me respondió que si no quería trabajar en esas condiciones, que me fuera a mi país para que supiera lo que iba a comer… A pesar de que pagaban 800 euros, nadie aguantaba esas condiciones tan duras de trabajo. Porque además había tocamientos y el señor decía cosas a las chicas.

Otra familia quería contratarme, pero me pedían un certificado de «buena conducta». Yo nunca he tenido problemas desde que estoy aquí, pero en la comisaría no me van a dar un papel de buena conducta… La señora me decía que lo necesitaba para trabajar con niños. Le parecía raro que trabajase con niños y yo no tuviese hijos. Eso me pareció ofensivo. No me gustan esas cosas, yo podría perfectamente cuidar de niños, los tenga o no.

¿Qué es lo peor que ha sufrido?

Lo peor es el trato que recibimos, que no te respeten profesionalmente, personalmente… Que te mientan. Como cuando empiezas a trabajar con unas condiciones y luego no las cumplen. Siempre te engañan con el contrato. Pero también lo pasas muy mal por la discriminación. Una señora se metía conmigo por cómo hablo, porque cuando llegué aquí no sabía nada de español. Después de la mala experiencia con esa señora me propuse aprender el idioma para mejorar y prosperar en el trabajo. Sin embargo, ella no quería que estudiase para que trabajase más horas en su casa con el mismo sueldo.

¿Qué supuso para ti la ayuda de Cáritas?

Conocí Cáritas por mi hermana, que llevaba aquí casi 20 años. Gracias a Cáritas pude estudiar antes de la pandemia. Hice el curso de asistente de hogar y teleasistencia gracias a Cáritas. En ese momento muchas trabajadoras de hogar no tenían ni la oportunidad ni la formación para poder acceder a un puesto de trabajo, por eso Cáritas optó por formarnos. Fue una experiencia muy buena y también muy dura, ayudaron a un montón de gente que lo estaba pasando muy mal. Cáritas me ayudó con la formación, pero también asesorándome sobre empleo. Yo no sabía los derechos que tenía, siempre tenía mucho miedo. Siempre trabajaba con miedo. El miedo del rechazo…

¿Cuál es la principal dificultad que te encuentras cuando buscas empleo?

El problema del pañuelo. Por ejemplo, muchas empresas me rechazan por llevar pañuelo. Tengo el certificado de profesionalidad, aprendí español, me he seguido formando, tengo experiencia y buenas referencias de familias, pero aún me siguen rechazando por llevar pañuelo y ser marroquí. Y no entiendo el motivo, porque yo visto normal. O con uniforme. Siempre han confiado en mí como profesional, pero algunas empresas y personas aún me rechazan por el pañuelo y por ser marroquí.

¿Y cuál es tu situación de día de hoy? ¿Cuál es tu realidad?

Estoy trabajando ahora mismo. Estoy con una familia y estoy contenta. Las condiciones son buenas. Estoy bien. Respetan todo mi tiempo libre. Es una familia bastante concienciada con la realidad de las mujeres trabajadoras del hogar. Cuando, por ejemplo, tengo algo que arreglar papeles con la Seguridad Social, no me ponen problemas. He conseguido por fin mi nacionalidad española. Llegué a Gran Canaria en 2008 y ha sido un camino largo y muy duro. Dejas todo atrás para buscar un futuro mejor. Pasas mucho miedo e incertidumbre, dejas a toda tu familia atrás. Perdí a mi madre y a mi padre y no pude estar con ellos. Yo trabajo aquí por ellos, por mi familia, para ayudar a mis hermanas.

¿Qué mensaje quieres dar a la sociedad?

Yo estoy muy orgullosa de mí misma. De todo lo que he conseguido con esfuerzo y trabajo. Quiero dar las gracias a Cáritas y aportar lo que pueda participando en todas las actividades para ayudar a otras mujeres o en las manifestaciones del 30 de marzo. Siempre estoy disponible para ayudar y devolver todo lo que me han dado gracias a Cáritas. Intento formar parte de la red de apoyo del grupo de mujeres ‘Maresía’ y ayudar a todas personas que lo están pasando mal.

A la sociedad le diría que no nos juzguen por la vestimenta o de dónde somos, yo soy una chica marroquí que quiere trabajar. Yo respeto a la cultura de cada uno, no hay diferencias entre las personas. Y a las instituciones, que hagan que se cumplan los derechos de muchas mujeres trabajadores que están trabajando en condiciones difíciles, durante muchas horas y por poco dinero. Que se cumpla lo que pone en el contrato. Y también que ayuden a las familias que quieren contratar a estas personas, pero no pueden por las dificultades económicas y de papeles. Las trabajadoras del hogar son muy importantes para la sociedad, para ayudar a familias, personas dependientes o mayores que necesitan compañía y ayuda. Las trabajadoras del hogar hacen un trabajo muy importante.

Cáritas denuncia que el colectivo de las Trabajadoras del Hogar, invisibles como Amira a los ojos de la mayor parte de la sociedad, es un sector que trabaja en condiciones de precariedad laboral y, sin embargo, tan necesario para el mundo en que vivimos. El pasado 30 de marzo se reivindicó el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, y desde Cáritas Diocesana de Canarias queremos manifestar nuestro apoyo a las Trabajadoras del Hogar haciéndolas visibles con sus testimonios como el de Amira.

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