30M: «Se aprovechan de nuestro miedo para tenernos en una situación precaria»

María trabajó durante meses sin contrato, en condiciones precarias y con un sueldo muy bajo atendiendo durante casi las 24 horas a una persona mayor con la amenaza de ser denunciada y expulsada del país.

Gracias a Cáritas Diocesana de Canarias, María pudo regularizar su situación en las islas, traer a su hijo de Colombia y formarse para mejorar su situación laboral.

¿Cómo comenzó a trabajar como trabajadora del hogar?

Bueno, yo llegué a España en 2018. Comencé a trabajar una hora diaria en las noches, dándole los medicamentos a una señora y como compañía. Ya después, la chica que trabajaba con ella en el día se aburrió y renunció. Entonces me dejó el empleo: eran dos horas diarias en la mañana y una en la noche, por lo que me pagaba 660 euros. Más que todo era atenderla ella, hacer las comidas, hacerle compañía, la limpieza de casa… Al principio fue muy bien. No tenía contacto con la hija, que es la que me contrató, era solamente telefónico. La señora, que tiene una sola hija que vive en el extranjero, tiene demencia senil y Alzheimer. A pesar de eso es muy independiente, se duchaba solita, hacía todo solita. Era más que todo acompañarla, porque estaba todo el día sola.

¿Cuándo de complicó su situación?

Cuando llegamos a la pandemia, entonces ya era el estar más pendiente, estar más ahí con ella. Pero la señora fue empeorando. Entonces, ya no eran tres horas, ya eran cinco horas a su cuidado. Pero, claro, me aumentó la jornada en horas, pero no me aumentó el suelto. Cuando yo cumplí los dos años trabajando averigüé que, si ella me ofrecía un contrato de trabajo, yo podía tener mi residencia española. Yo le dije a la hija que si me ayudaba con los papeles, porque yo necesitaba traerme mis hijos de Colombia, y me respondió que sí, «que ya lo vamos viendo». Pero al momento me dijo que no podía, porque en España no tenía una entrada de dinero, porque su madre tiene una pensión baja y no le alcanzaba. Así que por las 5 horas me seguía pagando lo mismo: 660 euros. Pero la señora comenzó a ponerse peor, se salía de casa sola. Y entonces la hija optó por ponerme cámaras en el móvil para que controlase a su madre. Y comencé a trabajar 24 horas. Ahora que la señora se salía, me llamaban los vecinos y yo tenía que salir corriendo desde mi casa, que vivía bien retirada de ella, para ir a buscarla y entrarla a la casa.

¿Entonces le hizo contrato? ¿Mejoraron sus condiciones?

Le pedí de nuevo el contrato, aunque fuese de media jornada, independientemente que tuviese que trabajarla completa, para yo poder hacer mis papeles, pues yo ya llevaba muchos años acá. Me volvió a decir: «Sí, sí, lo vamos mirando». Ya después me dijo, mira María, te puedo pagar el contrato, pero solamente te puedo pagar 700 euros, más la Seguridad Social. Yo le dije que no me importaba, no me importaba tener que trabajar las horas, pero necesitaba el contrato para poder traer mis hijos a Canarias. Eso fue en diciembre. Por entonces ya venía teniendo agresiones porque la señora estaba peor de salud. Yo se lo comenté ahí, que ya la situación con tu mamá iba peor y mi estado de salud emocional, no era el mejor. Y le dije que iba a empezar el proceso para regularizar mi situación, porque como me iba a dar el contrato, pues entonces empecé los trámites.

¿Le ayudó a regularizar su situación?

Siempre eran largas. Siempre me ponía mil trabas, pero ya yo fui y saqué la cita con el Gobierno de Canarias y comencé a gestionar el Arraigo Social. Pero siempre era como poniendo trabas. Hasta que le puse un ultimátum. Yo le dije es que si tú no me das el contrato, yo voy a tener que denunciar, porque yo necesito mis documentos, porque ya llevo mucho tiempo así, porque las condiciones que tú me estás brindando no son las más adecuadas. Entonces me dijo que cuando ella regresara al país, que lo íbamos a hablar. Pero ya yo había sacado la cita con Extranjería, por lo que ella me tuvo que aportar ciertos documentos. Se vio obligada porque como ya no estaba acá, entonces ya no podía dejar a la madre sola. Extranjería comenzó a pedirme más papeles, pero me mandaba documentos pero no eran válidos. A pesar de ello, afortunadamente el trámite me salió positivo por el Arraigo porque mi hijo de 10 años ya estaba en la isla.

¿Finalmente la contrató?

No. Entonces ella consiguió dos empleadas, a una le pagaba 1.200 euros y a la otra, 500. Cuando ella decía que no tenía sino 700 euros para ofrecerme a mí por trabajarle 24 horas y hacer todo en la casa de la madre. Era prácticamente una hija más para la señora, ya se había creado un vínculo entre nosotras. Pero ella decide emplear a otras dos personas para que hicieran todo lo que hacía yo sola.

¿Ofreció a otras empleadas mejores condiciones por el mismo trabajo?

Sí. Lo supe porque me lo dijeron ellas, ya que yo también las tenía que enseñar a hacer mi trabajo. A ellas sí les ofreció un contrato laboral porque tenían los documentos en regla. Mucha gente me dijo que la demandase. Y lo que más me molesta es que ella tiene una fundación de mujeres, vela por el bienestar de las mujeres… Tiene una doble cara. Entonces, ese era el miedo. Si yo la llevaba a juicio, ella tiene ciertas influencias aquí que me pueden perjudicar. Entonces me dijo: «No te voy a dar un finiquito, pero te voy a dar tu residencia». Me ofrecía un finiquito que no era acorde al tiempo que yo había trabajado. Pero me dijo: «Te estoy haciendo un favor». Y me advirtió también que no me tenía que dar nada porque si usaba lo que me dicen los vecinos, «te va a ir mal».

¿Y no denunció esta situación?

Pasé de ser el todo para su madre, a una ‘maltratadora’. «Porque los vecinos me han dicho que tú la maltratas, que tú no la cuidas», me dijo. Yo le respondí, que si de casualidad los vecinos que le habían dicho eso, eran este, esta y este. Y le respondí que eran los mismos vecinos que me decían que la denunciara. Entonces, al final, me dijo: «Te voy a dar de alta 4 meses en la Seguridad Social como finiquito». Antes de eso, cuando aún estaba fuera del país, ella me pidió que la ayudase hasta agosto que ella llegase a la isla, «y yo te voy a pagar los meses, así tú no estés trabajando».

Cuando llegó, no me pagó ni junio, ni julio, ni agosto ni nada. Porque no tenía dinero, decía. Porque tenía que pagarle mucho a las demás empleadas. Entonces, como me dio de alta en la Seguridad Social, acepté eso. Yo ya decidí cortar por lo sano y dejar esto así. Pero al mes me mandó una carta de despido, donde decía tan vilmente que me despedía «porque no cumplía con las tareas establecidas». Le dije que era el colmo: tras 4 años que tú me digas a mí ahora que me despides porque no cumplí con mis tareas cuando era al contrario, di más de lo que tenía que dar. Así que no firmé la carta.

¿Por qué decidió quedarse callada entonces?

Aún tenía la opción de la denuncia, pero entonces emocionalmente no estaba bien. Era un camino muy largo y no sólo eso, sino el miedo, obviamente, por ser inmigrante, por no tener la voz y pensar que tenía más que perder. Decidí quedarme callada, gran error. Durante todo este proceso tan maluco, siempre conté con las técnicas, con las orientadoras de Cáritas Diocesana de Canarias, con mucha gente apoyándome, que yo creo que si no hubiera sido así, no salgo de esa situación. Ahí estaría todavía.

Al final, se queda la frustración y la sensación de desamparo.

Siempre es bajo amenazas, es como «ustedes no pueden hablar porque no las van a escuchar o por estar trabajando de forma ilegal las van a deportar». Siempre funciona así, llegamos a una casa a trabajar, ponemos la mejor disposición, todo nuestro amor, y parece que nos están haciendo un favor… Me pasó lo mismo con una señora en el mismo edificio, teniendo que cuidar a su marido. Siempre nos hacen sentir como menos que todos, vales menos que todos por simplemente ser trabajadora del hogar o no tener papeles o, en fin, cantidad de cosas que… Siempre se aprovechan del miedo que tenemos a que nos denuncien, a la falta de conocimiento de cómo son las cosas en realidad.

¿Cómo conoce el área de Empleo de Cáritas?

Me derivó mi trabajadora social al área de Empleo. Y fue entonces cuando me empezaron a resolver todas las dudas, me asesoraban y ayudaban en todos lo pasos que daba. Contacto con el área de Empleo cuando me pusieron las cámaras en el móvil para atender a la señora, porque me agobiaba la responsabilidad de estar pendiente las 24 horas sin contrato ni el salario suficiente. Durante todo el tiempo que yo trabajé con la señora, esta me siempre me trató como una hija. Lo único malo con ella fueron las agresiones, debido al estado de salud. Porque si ella hubiese estado con sus cinco sentidos bien, yo sé que no lo hace. Yo era a la única a la que reconocía, ni siquiera a la hija. Incluso luego tuvo un accidente con las otras empleadas y ella me dijo que conmigo no hubiese pasado. La señora sólo me quería a mí.

¿Qué supuso el asesoramiento de Cáritas para usted?

Sin el apoyo de Cáritas no hubiese cambiado nada por el miedo. Muchas personas están en mi misma situación. Yo me ganaba 660 aquí. En la pandemia, desafortunadamente, en mi país cerraron absolutamente todo como acá. Y afortunadamente, y gracias a ese salario, a mí me permitió ayudar a toda mi familia. Y cuando digo a todos mis familiares, digo todos mis hermanos, mis hijos y mis sobrinos. Claro, aquí era muy poco dinero, pero en Colombia es un poco más para vivir cómodamente. Entonces vale la pena el sacrificio por nuestras familias. Lo poco que ganas aquí, allá es cuatro veces más. Muchas veces nos aguantamos porque las condiciones en nuestros países no son las mejores.

¿Ahora ve el futuro con más optimismo?

Afortunadamente tengo mis papeles y he hecho varios cursos con Cáritas. De moza de almacén, ahora otro de charcutería… Por lo menos ahora, ya una puede tener la libertad de tener más orientadoras, de buscar otras opciones, de mirar en muchas partes y poder tener la opción de decir que puedo enviar mi currículo. Vale, que no tengamos muchas experiencias, pero nada perdemos con echarlos. Es la motivación de poder hacer las cosas libremente y no tener como esa presión del miedo encima.

¿Qué te parece la labor de Cáritas con las mujeres trabajadoras del hogar?

Pensaba que Cáritas solo estaba para las personas más vulnerables, para las que necesitan comida y techo. Pero no sabía que te asesoraban, te ayudaban y formaban para el empleo. No sabía que tenían orientadoras laborales que te ayudan a crecer, que te apoyan y hacen un seguimiento constante. Eso motiva mucho, no te sientes sola en el proceso.

¿Qué mensaje lanza a la sociedad y a las mujeres que están en su situación?

De primero sería el mensaje a la sociedad, hay que aprender a valorarnos y a saber que como personas valemos muchísimo, mucho más que un simple empleo. A las empleadas de hogar siempre nos miran como la chacha o las trabajadoras insignificantes. Pero hay que mirar más adentro y pensar que tu casa no está limpia si no somos nosotras las inmigrantes las que te limpiamos la casa, que nosotros lo hacemos con amor, estamos cuidando de unos padres y madres mayores que, por diferentes motivos, los dejan solos, los abandonan. Nosotros estamos haciendo eso, y lo hacemos con amor. Entonces, es valorarnos más como personas y aprender a buscar ayuda. Porque si yo hubiese sabido de estos programas y ayudas, yo creo que mi historia hubiera sido muy diferente. Y no llenarnos de miedo, porque siempre vivimos con ese miedo. La sociedad necesita a las trabajadoras del hogar y se nos tiene que valorar más por parte de los empleadores, las empresas y las administraciones públicas.

Como cada 30 de marzo, Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, desde Cáritas Diocesana de Canarias se reivindica que se produzcan los avances necesarios para una verdadera equiparación de derechos de las trabajadoras del hogar, especialmente las que trabajan en régimen interno, que se enfrentan a situaciones de especial desprotección y vulnerabilidad; así como el reconociendo social de este trabajo, fundamental para la sostenibilidad de la vida.

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