Testimonio. Mujeres en situación de sin hogar. «Le diría a las chicas que denuncien, que no tengan miedo»

Mi primer matrimonio fue un fracaso. Me casé con 18 años. Me violaba. Yo tenía que mantener a mis dos hijas trabajando en un McDonalds. Luego enfermé y enseguida me ingresaron. Mi marido me pegaba, me daba puñetazos, era brutal. Él vendía droga. Yo sufría mucho por toda esa violencia. También me engañó muchas veces con mis amigas. Tuve que pasar muchas noches en la calle, pero no podía ni dormir. Me quedaba en la playa y tenía mucho miedo de que me robaran o me hicieran daño. A muchas mujeres que duermen en la calle las violan.

Al final me separé porque yo quería lo mejor para mis niñas. Estuve en casa de mi tía, pero luego enfermé y pasé mucho tiempo ingresada. Cuando me dieron el alta me fui a Tenerife con un primo mío. No me fue bien. Allí empeoré.

Luego volví a Las Palmas y la gente de Salud Mental me ayudó a entrar en una pensión. Allí conocí a otro chico y me llevó al Hotel Astoria. No me dejaba salir, me amarraba los tobillos, me engañaba, me quitaba la medicación, me pegaba puñetazos… Yo tenía mis citas con los Servicios Sociales y Salud Mental, tenía un tratamiento… pero él no me dejaba salir ni tomarme mis medicinas. Él también tenía una enfermedad mental y decía muchos disparates. Además, no sé cómo lo hacía, pero me quitaba toda mi paga y se lo gastaba en juego, en tragaperras. La repartía con sus amigos, con su hermana para que comprara heroína…

Estuve con él más de cinco años y siempre fue así. Denuncia va, denuncia viene… La primera vez que me dieron cita para ver a una trabajadora social, me encerró en una habitación con candado. Yo quería ir a esa entrevista, pero él me pegaba y me decía que no me podía dejar ir porque él era «el rey», «el que mandaba».

Hace poco que lo dejé finalmente y él que se quedó con todas mis cosas. Unas trabajadoras sociales me encontraron en medio de un ataque de ansiedad y me  ingresaron en el Hospital. Me dijeron que tenía que empezar de cero. Y eso ha sido un sufrimiento. He tenido que ingresar alguna vez más.

Cuando me dieron el alta, en Cáritas me ayudaron a costearme una pensión hasta que pude recuperar mi paga. En esa pensión también me he encontrado con hombres que me han acosado sexualmente. Se acercan, se intentan aprovechar de mí, me insultan y se ríen. Ahora que tengo cerradura en la habitación estoy un poco más tranquila, pero al ir al baño, al ser compartido, siempre me dicen cosas.

Yo no quiero que nadie pase por lo que he pasado yo. Le diría a las chicas que denuncien, que no dejen que las maltraten, que no tengan miedo y vayan a la policía.

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