Casa Mafasca: Un refugio seguro y una mano amiga para los que lo necesitan

Por Victoria Brotons de la Nuez. Voluntaria del Área de Comunicación de Cáritas Diocesana de Canarias

Muy cerca de la plaza Santo Domingo en el típico barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria, está situada la Casa Hogar Mafasca, una antigua casona que aún conserva algo de su solera y que Cáritas Diocesana de Canarias ha convertido en un oasis para las personas que por diversas circunstancias de su existencia y entorno, se encuentran sin un lugar donde refugiarse, descansar y volver a retomar su vida. En la Casa Mafasca, además de encontrar refugio y comida, encontrarán una red de apoyo que les ayudará a encauzar su vida que en algún punto se descarriló casi sin darse cuenta.

Al entrar en la Casa Mafasca nos recibe su coordinadora y nos enseña el lugar. Pasamos del calor sofocante de la calle al frescor de las antiguas casonas de Vegueta, de altos techos que permiten una mejor ventilación. Mientras caminábamos y pasábamos por las diferentes estancias hablamos sobre la labor que se lleva a cabo en la Casa. Los que allí trabajan –  poniendo todo su empeño en ayudar a los que llegan – están muy cualificados: psicólogos, trabajadores sociales, educadores, junto a voluntarios, se esfuerzan cada día en ofrecer la orientación y atención que necesitan.

A grandes rasgos, la coordinadora de la Casa Mafasca nos explica cómo trabajan y su protocolo para aceptar una persona como residente. En primer lugar, hay que tener en cuenta, nos dice, que la Casa Mafasca tiene una capacidad para unas 30 personas y por lo general siempre está llena. Su filosofía no es la de las grandes instituciones con cabida para muchas personas. La Casa Mafasca quiere ofrecer un aspecto más hogareño; ser un lugar de paso, como un punto en el camino que pronto dejarán atrás para continuar con su vida independiente y autosuficiente. Los residentes llegan de varios lugares como los Servicios Generales de Cáritas en la Avenida de Escaleritas, derivados del Ayuntamiento o incluso procedentes de otras islas y zonas de España al estar contacto con otras ONG que también se dedican a la acogida.

Al llegar a Mafasca el futuro residente es entrevistado por el trabajador social y el psicólogo para ver si cumplen con los requisitos necesarios para poder ser alojado allí. Tras este primer paso, ya como parte de la Casa, se elabora con él o ella un plan de trabajo y se plantean objetivos con el propósito de que al salir tenga una ocupación o pensión y las habilidades sociales suficientes para su integración en la sociedad.

La labor que desarrolla la Casa Mafasca es muy importante pero también es necesaria la sensibilización de la sociedad. Se ha de erradicar el tan extendido pensamiento de que se es pobre o se está en la calle “porque la persona no se esforzó lo suficiente “. Las personas que están en riesgo de exclusión social no son una realidad ajena a nosotros, pues a cualquiera puede ocurrirle en algún momento de su vida.

Para tener una idea más clara de las circunstancias que llevan a las personas a encontrarse en esa situación de desamparo y exclusión hablamos con dos residentes: un hombre y una mujer. La mujer, sueca, ha vivido 20 años en Canarias con su trabajo y apartamento. Tuvo un accidente que la postró en el hospital y cuando salió ya no tenía ni casa ni empleo. El hombre, hijo de españoles emigrantes en Venezuela, tuvo que abandonar su vida y su negocio allí, por una situación política fuera de su control y una grave enfermedad que lo mataría si no conseguía las medicinas necesarias para su supervivencia, y que ya no se distribuían en el país. Las historias de estas dos personas nos muestran que todos estamos en un camino y si alguien tropieza en una piedra debemos pararnos y ayudarlo a ponerse en pie para que siga caminando; Cáritas y la Casa Hogar Mafasca son esas manos que ayudan al que tropieza.

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