Una puerta abierta a la dignidad

Reportaje realizado por Victoria Brotons, voluntaria del Área de Comunicación de Cáritas Diocesana de Canarias

A veces no somos conscientes de lo importante que es tener cubiertas ciertas necesidades básicas que una gran parte de la población damos por garantizadas. Vivimos en grandes ciudades, en edificios, que esperamos tengan todos los servicios, y si algo falla en nuestro previsible y cómodo entorno, protestamos; sin pararnos a pensar que nada hay garantizado. Los detalles cotidianos, la comida en familia, las cuatro paredes que nos cobijan y que forman nuestro hogar, las pequeñas chucherías que recopilamos en nuestra vida y que son pequeños recuerdos que atesoramos, ya les digo que nada de eso está garantizado.

La famosa crisis del 2008 ha abierto los ojos a muchos de nuestros conciudadanos, porque han visto como a su alrededor mucha gente perdía su empleo, su casa o tuvieron que ayudar a hijos e hijas que de pronto se quedaron sin ese trabajo que pensaban estaba garantizado y sin poder afrontar esa hipoteca.

Evidentemente, las personas que se acercan a los Servicios Generales de Cáritas Diocesana de Canarias en la Avenida de Escaleritas no son todas víctimas de la crisis. Muchos vienen de familias que eran pobres antes de eso y que, por la situación socioeconómica del país, han visto empeorada su realidad. Por lo general, vienen desde de las parroquias, que son los puntos al que acuden las personas que pasan por dificultades y buscan ayuda en Cáritas.

Cuando una persona se acerca a Cáritas

Para acceder por primera vez a los servicios de Cáritas se establece un primer contacto con la trabajadora social, que hace una evaluación de la situación de la persona y la dirige en función de sus necesidades a alguna de las diferentes áreas que componen Cáritas. Cuando ya han dado ese primer paso todo es más fácil, se ha superado la duda y se abre camino la esperanza de poder encontrar ayuda y apoyo.

El edificio de Cáritas es más que un edificio, representa la esperanza y una visita a las instalaciones es reveladora. Además del comedor podemos ver toda una estructura pensada para la atención integral de todos los que se acercan a Cáritas.

Toda la organización está pensada para que cualquiera que llegue se sienta acogido y seguro. Las trabajadoras y el voluntariado están implicados en su labor, su preocupación por los que vienen es genuina y ofrecen lo mejor de sí mismos para ayudar a los que más lo necesitan.

Por una puerta lateral se accede a un espacio donde vemos unas taquillas para que las personas puedan guardar sus cosas mientras se asean, comen o acceden a cualquier otro servicio. “Siempre hay un control de los servicios que usan”- comenta una de las educadoras que me enseña las instalaciones.” Tienen todo lo que hace falta para cubrir sus necesidades básicas, desde champú a hojillas de afeitar o tinte para el pelo. Además, determinados días vienen voluntarios que les cortan el pelo. Por supuesto, en esto también hay que llevar un registro”- añade otra.

En este mismo espacio, pasada la entrada se organiza la entrega de medicinas, me explica la educadora: “Algunos tienen que medicarse y a unos pocos tenemos que controlarles la medicación, por ello la farmacia ya entrega los tratamientos y las medicinas emblistadas con las dosis que han de tomar los pacientes”. También hay otros que pueden administrarse ellos mismos y lo que hacen es comprar las medicinas en la farmacia y entregárselas.

Otra parte importante en esta área de Cáritas es el reparto de productos de aseo y limpieza. A las personas que viven en infraviviendas, una casa ocupada o en alguna pensión se les entrega una bolsa, el mismo día de cada mes, con productos de limpieza personal y limpieza del hogar. Pero su trabajo no es sólo el registro y entrega. Muchas personas van perdiendo hábitos, como los temas de higiene, y les cuesta recuperarlos, en estos casos les hacen un seguimiento más cercano observando si han dejado de lado su aseo personal y porqué. Como educadoras intentan despertar, de alguna forma, su interés, y que vuelvan a coger el hábito de aseo,” por supuesto, les cuesta un poco al principio, pero con el tiempo los van asimilando”- agrega la educadora. También hacen seguimiento de las personas que están rehabilitándose de su adicción al alcohol. Diariamente, algunas  de ellas tienen que pasar el alcotest.

Tras todos esos pasos, el aseo, las medicinas o el alcotest por fin pasan a la sala de espera donde pueden relajarse un poco, coger algún libro, una revista, mientras esperan para pasar al comedor, quizás el servicio más conocido de Cáritas.

No solo se cubren necesidades básicas, también se trabaja en la creación de hábitos que, desgraciadamente, las personas que se han visto abocadas a sobrevivir en condiciones precarias van perdiendo casi sin darse cuenta. Porque el simple hecho de darte una ducha ya plantea una serie de problemas que los que vivimos en una casa con acceso a agua y electricidad no tenemos en cuenta.

Paso a paso, Cáritas, sus trabajadores y el voluntariado, están ayudando a los menos favorecidos de la sociedad a recuperar su vida y su autoestima y para ello señores y señoras, hay que tener Valor.

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