Comunicado. Asamblea Diocesana de Cáritas 2017

 

Nuestra época está marcada por las desigualdades sociales, la pobreza, la precariedad y, sobre todo, la vulneración de derechos fundamentales. La exclusión de las personas y las familias más pobres crece de forma escandalosa. Los ricos son más ricos y los pobres, estancados en una situación de pobreza estructural sin esperanza, son más pobres, más numerosos y con menos derechos. Millones de personas y familias viven al límite, muy lejos de lo que podemos considerar una vida digna y viendo sus derechos vulnerados de manera sistemática (empleo, vivienda, salud, protección social…).

Representantes políticos y organismos económicos insisten en la idea de que nuestra economía mejora pero que esta mejora no llega a todos los sectores sociales, y es inaccesible a la población excluida y más vulnerable. En Cáritas también constatamos diariamente que esta supuesta «mejora de la economía» no repercute en la calidad de vida de las personas que acompañamos, lo que nos da más razones para creer que un replanteamiento profundo del sistema es más necesario que nunca.

Creemos firmemente que lo que también se tendría que valorar, priorizar y potenciar son los valores y la defensa de los derechos fundamentales que hacen que la vida de las personas en esta sociedad tenga un sentido de justicia, igualdad y dignidad. En Cáritas hemos de poner nuestra mirada en este contexto, para revisar nuestra acción y definir las estrategias que aporten lucidez, contundencia y coherencia a la apuesta de transformar las causas que generan injusticia.

Desde esta Institución, trabajamos por un mundo más justo desde la óptica de los valores propios del cristianismo, poniendo a la persona en el centro y defendiendo sus derechos. Lo hacemos desde nuestra fe en Cristo apoyando y proponiendo acciones que tienen sus raíces en una manera cristiana de entender la vida.

Para ello, es fundamental construir Comunidad. Una Comunidad que, a través de su compromiso y su generosidad, trabaje por transformar las situaciones de exclusión en realidades de amor, comunión y participación; adaptándonos, porque no puede ser de otra manera, a cada una de las realidades socioeconómicas que constituyen un territorio tan segregado y diverso como el canario. Amar y vivir la justicia se hace posible desde la Comunidad, desde el hacer red con otros.

Estamos llamados a sumar trabajo y sueños. Esa es la llave que nos permite entrar en otros mundos posibles donde fluyen corrientes de amor, justicia y fraternidad que transforman y alimentan la esperanza de las personas.

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