Por dignidad. Nadie Sin Hogar

¿De qué hablamos cuando decimos que una persona está en situación de sin hogar? Enseguida nos asoma por la cabeza la imagen de una persona pernoctando en el banco de cualquier ciudad o resguardándose del frío en el interior de un cajero de cualquier entidad bancaria. Pero carecer de un techo físico no es lo mismo que carecer de hogar. Para cualquiera de nosotros nuestro hogar significa algo más que las cuatro paredes que componen nuestra casa, nuestro hogar es ese lugar donde nos sentimos seguros, ese lugar al que pertenecemos, donde nos refugiamos cuando estamos tristes o alegres, tenemos frío y donde sentimos “calor de hogar”. Por lo tanto el hogar hace referencia tanto al espacio físico como a la vivencia integral de la persona, el Ser (sentido vital, ámbito relacional, acceso, sostén y garantía de los Derechos Humanos).

Partiendo de esto, una persona cuya vivienda carezca de lo básico para poder subsistir o una persona que tiene que compartir su espacio físico con otras tantas de las que conoce únicamente su nombre o una mujer refugiada en un recurso alojativo porque su vivienda no le aporta la seguridad que necesita, son personas sin hogar.

Cáritas Diocesana de Canarias cuenta con iniciativas parroquiales de trabajo con este colectivo, además de las instalaciones ubicadas en sus Servicios Generales, el comedor de la parroquia de San Pedro, de la parroquia de Santo Domingo, el proyecto Francisco de Asís en Jinámar, el proyecto Caipsho en el sur y un servicio de desayuno en Gáldar.

Diariamente se asoman a nuestras instalaciones, iniciativas y proyectos  muchos rostros con nombre propio, con vivencias únicas e irrepetibles, que un día tuvieron su hogar, pertenecieron a un lugar donde se sentían reconfortados, pero que por circunstancias diversas de la vida se encuentran pernoctando en cualquiera de nuestros parques, plazas o playas. Tienen que recoger temprano sus pertenencias para trasladarse a cualquiera de nuestros servicios, hacer cola para tomar algo caliente que les dé fuerzas para afrontar el transcurso del día, hacer cola para poder darse una ducha en condiciones y hacer cola para echarse a la boca la única comida copiosa del día. Todo ello se puede poner en marcha gracias el esfuerzo y al trabajo de las distintas comunidades parroquiales compuestas por muchos voluntarios/as que diariamente intentan dar un poco de aliento y de escucha desde cada uno de sus proyectos.

Esta es la realidad de las personas que diariamente atendemos en nuestros servicios. Personas a las que la vida no les ha dado otra oportunidad, o sí, pero que por circunstancias diversas (adicciones, enfermedades…) no han sabido aprovecharlas o no han tenido la posibilidad de ser acompañados/as en la toma de decisiones importantes de su vida.

De acompañar a las personas tenemos que hablar, porque en un momento de crisis importante como el que hemos vivido, donde los Servicios Sociales han sido recortados, donde se ha perdido el acceso a los derechos en su sentido amplio, el acompañamiento a las personas que atendemos resulta indispensable, además de ser la base de nuestro modelo de acción social, donde la persona que atendemos es la verdadera protagonista y donde trabajamos para que sean participes de su propio proceso. La escucha, la empatía, el sentir que pueden contar alguien es lo único que muchas veces les podemos ofrecer, además de satisfacer esas necesidades básicas, pero no podemos quedarnos ahí.

Nos encontramos inmersos en un modelo socioeconómico que excluye a las personas más vulnerables y que genera desigualdad, que debemos cuestionar y ante el que generar debates que nos permitan avanzar realmente hacia un Estado del Bienestar y del Bien Común.

Las personas en situación de sin hogar ven negado en muchas ocasiones el ejercicio de su ciudadanía, y son privadas del acceso a muchos de sus derechos básicos (asistencia sanitaria, vivienda, protección social, empadronamiento, participación vecinal, procesos electorales, etc.). Por ello son imprescindibles políticas públicas comprometidas que pongan a las personas en el centro, favoreciendo el ejercicio de sus derechos. Es imprescindible el compromiso de toda la sociedad para que “Nadie Sin Hogar” sea una realidad: Administraciones públicas, ciudadanía, entidades sociales, medios de comunicación, organizaciones, etc.

Cada año, en el mes de noviembre salimos a la calle a decirle a la sociedad que “Nadie sin hogar”, porque toda persona tiene derecho a vivir en una vivienda digna y adecuada. “Por Dignidad. Nadie Sin Hogar”.

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