El misionero Fernando López asevera que por querer más seguridad, hemos puesto la vida donde no hay esperanza

 

“Todos los lugares donde se aprende, están a la intemperie. Nos hemos convencido de que es tan necesaria la seguridad que todo lo hemos puesto en donde no hay esperanza. El dinero, la casa, el banco… y después pincha la burbuja inmobiliaria y no nos queda nada”. Así de claro explicaba Fernando López, jesuita misionero en Amazonia, durante el primer día de las Jornadas Institucionales de Cáritas Diocesana de Canarias que, bajo el lema: “Siembra esperanza, construye futuro”, se celebran en el Centro Pastoral Diocesano y en el que participan cerca de 200 personas.

 

 

Tanto López como la dominica Rosi Lorenzo, quien realizó trabajos en diferentes partes de África, especialmente Marruecos y Congo, coincidieron en señalar que, a pesar de las dificultades y de las injusticias existentes, las posibilidades de cambio no sólo existen sino que pueden ser una realidad, y por tanto, la esperanza es lo que motiva para seguir.

Desde sus experiencias distintas y en diferentes continentes, ambos misioneros coincidieron en lo fundamental: el amor es lo fundamental y cualquier cambio social depende de los cambios de actitudes personales y colectivas. “Una selva sin la otra”, dijo Fernando López refiriéndose a la Amazonia y a la sociedad occidental, “no tiene solución”.

“Allá”, dijo el misionero jesuita, “el equilibrio de la Tierra se defiende con la vida. Aquí, ¿hasta dónde estamos dispuestos?”.

Por su parte, Rosi Lorenzo destacó lo que calificó como “claves” del cambio. Por un lado, la incondicionalidad, o lo que es lo mismo, hay que darse hasta las últimas consecuencias, el compromiso debe darse sin condiciones.

La segunda clave es que “lo importante es el amor”.

“Cuando hablamos de injusticias como el negocio de las armas”, señaló Lorenzo, “no se hace igual desde este lado que desde el que se muere por culpa de esas armas”, y añadió: “Cuando se llega a situaciones límites somos cuestionados y golpeados. Las convicciones más profundas y hasta nuestra propia fe puede entrar en crisis”.

Desde la experiencia americana de Fernando López, “los pueblos indígenas viven los valores del Evangelio que aquí tenemos cortados”, y explicó que una de las cosas aprendidas de su estancia allí ha sido que “solo si entre todos sumamos, podemos aportar los granitos de arena en las heridas de la Amazonia”.

Explicó, asimismo, que para poder andar juntos hay que saber escuchar. “La esperanza nace de bajar de donde nos situamos para escuchar al otro. Si no hay escucha, las soluciones que aportamos son soluciones prefabricadas. Tenemos que preguntarnos cuál es nuestra misión común y profética”, dijo.

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