(Artículo publicado en «Iglesia al Día»)
Vivimos en una sociedad en donde la mujer, por el mero hecho de serlo, ha estado relegadas al ámbito doméstico hasta fechas recientes, lo que las ha hecho socialmente invisibles. Seguimos asistiendo al espectáculo de primeras páginas en los periódicos y en la apertura de los informativos radiofónicos y televisivos de acciones de violencia y marginación contra ellas en la práctica totalidad de las culturas.
Afortunadamente, el paulatino cambio de mentalidad de la sociedad les ha permitido a las mujeres, ir dejando en un segundo plano este ámbito privado para participar cada vez más en la vida pública, tomando conciencia y defendiendo así su propia identidad y posibilidades.
Ya sea por obligación legal, por una cuestión de imagen o porque realmente se valoran sus capacidades, Partidos políticos, empresas y la mayoría de las entidades cuentan ya con una presencia significativa dentro de los órganos de decisión.
Sin embargo, y aunque se haya avanzado, todavía estamos en el camino para conseguir una sociedad más justa y equitativa, en la que lo que se valore sean las personas con independencia del género o de otras circunstancias, y es obligación de todos y todas comprender, asumir y respetar los valores de la persona por encima del género.
En Cáritas tenemos la constatación de que, a pesar del papel secundario al que se le obliga a jugar en muchas ocasiones, la mujer sigue siendo la sustentadora de los hogares familiares, tanto en el plano emocional como laboral. Pero además el aumento del desempleo en la situación de crisis actual ha obligado a muchas mujeres dedicadas tradicionalmente al cuidado de sus hogares a buscar trabajo como empleadas domésticas y en el cuidado de terceras personas para el sostenimiento de su familia.
Esto quiere decir que ella sigue siendo la referencia dentro de la familia a la hora de apoyar y sustentar emocionalmente su entorno, lo que la deja muchas veces sola ante sus propias necesidades afectivas, que también han de ser asumidas con su propio silencio en muchas ocasiones. A ello, debemos añadirle que asume también las tareas domésticas y se convierte en un apoyo o en el único recurso cuando se habla de ingresos familiares, lo que se agrava cuando estadísticamente descubrimos que la mujer cobra un 16% menos que el hombre en la realización del mismo trabajo.
En el ámbito de las trabajadoras del hogar, valoramos los avances logrados a lo largo de 2012 respecto a la equiparación de sus derechos laborales con el resto de los trabajadores y trabajadoras (condiciones en la Seguridad Social, vacaciones, salarios…), si bien aún queda camino por andar. No obstante, el hecho de que este trabajo se preste en un ámbito exclusivamente privado y el abuso de la parte contratante en muchas ocasiones, dificulta claramente su control y que estas personas disfruten de forma efectiva de sus derechos, y esta realidad no se modificará hasta que no reconozcamos y valoremos este trabajo como tal.
Cáritas Diocesana de Canarias, con motivo de la celebración de los días internacionales de la Mujer y de las Trabajadoras del Hogar (8 y 30 de marzo) y en donde tenemos un programa específico para la Mujer y en donde nos enfrentamos a su realidad cada día, se siente obligada a hacer un llamamiento a las personas que contratan a mujeres para el cuidado y mantenimiento de sus hogares, para que respeten y cumplan la normativa vigente de Trabajadoras del Hogar. Igualmente hacemos un llamamiento a la sociedad en general sobre la necesidad urgente de dispensar un trato totalmente igualitario en lo laboral y en lo personal con independencia del género.
Por último, queremos mostrar nuestro reconocimiento a todas esas mujeres que asumen hoy un papel fundamental en el sostenimiento de las familias, tanto en lo que respecta a la obtención de recursos como al aspecto afectivo, lo que las convierte en la pieza clave de los núcleos familiares, papel que se incrementa de forma extraordinaria en las familias monoparentales.
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