En camino hacia la libertad

Vicente Martín Muñoz, delegado episcopal de Cáritas Española, reflexiona sobre el mensaje del papa Francisco para la Cuaresma 2024.

Un año más comenzamos la Cuaresma, y el papa Francisco nos recuerda en su mensaje que Dios nos guía a través del desierto hacia la libertad: «Yo soy el Señor, tu Dios, que te hice salir de Egipto, de un lugar de esclavitud». (Ex 20,2)

La Cuaresma es tiempo de conversión y libertad. También nosotros llevamos dentro “ciertas” ataduras que hemos de abandonar; prueba de ello, dice el Francisco, es “la falta de esperanza, que nos lleva a vagar por la vida como en un páramo desolado, sin una tierra prometida hacia la cual encaminarnos juntos”. El desierto es el espacio en el que nuestra libertad puede madurar en una decisión personal de no volver a caer en la esclavitud.

Un camino concreto

Para que nuestra Cuaresma sea también concreta, el primer paso es querer ver la realidad, escuchar el sufrimiento y actuar en consecuencia (cf. Ex 3, 7-8). “También hoy llega al cielo el grito de tantos hermanos y hermanas oprimidos. Preguntémonos: ¿nos llega también a nosotros? ¿Nos sacude? ¿Nos conmueve?”

Hoy día muchos factores nos alejan unos de otros negando la fraternidad que nos une desde el origen y cuya consecuencia primera es que “el éxodo se interrumpe”. De otro modo no se explicaría que una humanidad que ha alcanzado tales niveles de desarrollo económico, científico, técnico y cultural, capaz de garantizar la dignidad de todos, camine en la oscuridad de las desigualdades y conflictos.

Tiempo de actuar y detenerse

Es tiempo de actuar, y en Cuaresma actuar es también detenerse. Detenerse en oración, para acoger la Palabra de Dios, y detenerse como el samaritano, ante el hermano herido. El amor a Dios y al prójimo es un único amor. Detenerse ante la presencia de Dios, en la carne del prójimo. Por eso, la oración, la limosna y el ayuno no son tres ejercicios independientes, sino un único movimiento de apertura y vaciamiento.

Para tomar decisiones a contracorriente

La sinodalidad sugiere que la Cuaresma sea también un tiempo de decisiones comunitarias, de pequeñas y grandes decisiones a contracorriente, capaces de cambiar la cotidianeidad de las personas y la vida de un barrio: los hábitos de compra, el cuidado de la casa común, la inclusión de los descartados… Nuestras comunidades cristianas han de ser en espacios de encuentro y humanización, ámbitos para la reflexión sobre nuestros estilos de vida y sobre nuestra presencia en la vida del barrio o del pueblo para mejorarlo.

El destello de una nueva esperanza

El Papa termina su mensaje cuaresmal alentando a la esperanza. “En este momento histórico los desafíos son enormes y los quejidos dolorosos, pero abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto”. No es el final, se está gestando una nueva Iglesia y un modelo de sociedad.

¡Buen camino cuaresmal!

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