«Gracias al Proyecto Esperanza de Cáritas logré dar un giro de 180 grados a mi vida»

Proyecto Esperanza cumple este sábado 32 años. El testimonio de una persona atendida por Cáritas Diocesana de Canarias describe de primera mano la labor que se realiza con personas con problemas de adicciones.

«El Proyecto Esperanza de Cáritas Diocesana de Canarias cumple 32 años y desde este humilde relato solo puedo agradecer todo lo que viví allí dentro durante los cinco meses de estancia. Fue una experiencia inolvidable, enriquecedora y, probablemente, la mejor decisión que tomé en mi vida», asevera una persona que pasó por la casa del Valle de Agaete que forma parte del proyecto de Cáritas Diocesana de Canarias.

¿Y en qué consiste el Proyecto Esperanza? «Pues es un proceso de sanación física y mental para personas que llevan sufriendo durante un largo periodo de tiempo problemas de adicción, principalmente al alcohol, con el fin de generar un proceso de deshabituación y mejorar su calidad de vida. Esto sería un breve resumen, pero todo lo que te sucede allí dentro es mucho mayor», afirma esta persona antes de rememorar la trayectoria vital que le llevó a ‘Casa Esperanza’ en Agaete y, con la perspectiva del tiempo, valorar lo que consiguió ayer gracias a la labor de Cáritas Diocesana de Canarias.

Dar el paso de saber que necesitas ayuda

«Llegar hasta aquí no es nada sencillo, ya que para dar este paso en tu vida lo primero que tienes que hacer es asumir que no estás bien, que la sustancia te domina y que necesitas ayuda. Algo que, visto desde fuera, puede parecer sencillo, pero para la persona que está pasando por ello es muy complicado a la hora de descifrar esta realidad y ser consciente de que solo no se puede con esto y que precisas de terapia profesional para afrontar las cosas que están pasando en tu vida y en tu cabeza y no estás en condiciones de dominarlas.

La historia de mi paso por el Proyecto Esperanza se remontó en su día en muchos meses atrás, cuando me di cuenta de que había tocado fondo. La situación laboral era inexistente, me había aislado poco a poco de mis amistades y mi relación sentimental, junto con la familiar, estaba prácticamente rota. Ahí fue cuando cogí impulso y busqué una solución. La primera decisión fue acudir a mi psicólogo para pedirle el internamiento en la Unidad Residencial de Atención a las Drogodependencias (U.R.A.D., ubicada en el Valle de Agaete), previa estancia por la unidad de Desintoxicación Hospitalaria (UDH) del Hospital Doctor Negrín. Y la maquinaria se puso en marcha.

Y de allí salí directamente al Valle de Agaete, donde sabes que vas a pasar los próximos cinco meses de tu vida si todo sale bien. Cuando “aterrizas” en este enclave natural maravilloso, rodeado de naturaleza, todo impresiona, asusta y no sabes muy bien qué hacer. Te preguntas cómo has llegado a esta situación, conoces a los que van a ser tus futuros compañeros y a todo el personal de la casa, con muchos nervios y sentimientos encontrados. Los primeros días te sientes como un extraterrestre y por tu cabeza piensas muchas veces en abandonar. En irte a casa y dejar de sufrir cuando, obviamente, la realidad es que te estabas haciendo daño fuera.

En mi caso, todos los compañeros y compañeras nos recibimos estupendamente, que ya habían superado dos meses dentro de la casa. Esa mezcla de procesos es clave. Uno llega muy desubicado y triste, al menos yo, pero los “veteranos” te aconsejan, te cuidan y saben perfectamente por lo que estás pasando. Ellos ya lo superaron y ahora ven las cosas desde su perspectiva de experiencia vivida meses atrás.

Poco a poco te vas asentando y gracias al reparto de tareas te mantienes ocupado, a la par que recibes terapias grupales e individuales con la psicóloga asignada a tu grupo. La rutina es fundamental en Casa Esperanza para seguir cada día quemando etapas. En la casa todo se hace con los compañeros. Es aquí cuando vas entablando amistades, compartiendo vivencias y vas logrando hacerte un hueco.

Sin contacto con el exterior hasta los primeros 15 días, donde por primera vez podrás llamar a tus familiares (solo media hora los martes, miércoles y jueves y 4 horas los fines de semana), ellos son la familia en la que apoyarse y lo serán de aquí hasta el final.

El proceso para gestionar tu mente

Junto a las terapias y las tareas tienes distintas actividades de lunes a viernes que pueden ir desde la meditación, manualidades, ejercicio físico de mantenimiento, cinefórum o simples juegos. De principio a fin el éxito de tu proceso dependerá de cómo gestionar tu mente tanto en estos ratos de ocupación como en los de soledad para ir reencontrándote contigo mismo. No es para nada sencillo, pero con el paso de los días y los meses la mente, una vez se ha desintoxicado, comienza a funcionar con más claridad y uno mismo se empieza a ver y tratar diferente. El cambio físico y mental es notorio de cuando llegas a cuando sales.

Una vez superada esta etapa inicial y estás ya adaptado a la casa, el siguiente escalón es poder recibir la visita de amigos o familiares una vez se sobrepasan los 15 días y llega el primer fin de semana después de esa fecha. Son momentos de incertidumbre, nervios e ilusión.  A partir de ahí, podrán visitarte a la casa. Se te van volando esas horas, hay que disfrutarlas mucho, y lo más difícil es mantenerte en pie cuando se despiden de ti. Tu nueva familia, es decir, tus compañeros de la casa son el mayor apoyo tras la marcha de los tuyos hasta la semana que viene.

Casi todos se reúnen cada día en la merienda a media tarde y antes de irse a dormir por la noche. Cuentas cómo has pasado el día, te desahogas, te das un abrazo y esos pequeños espacios de intimidad con los compañeros te dan la fuerza necesaria para seguir y saber que no eres un bicho raro. Ellos están ahí por lo mismo que tú, cada uno con su historia vital, pero todos tienen la adicción en común y saben perfectamente cómo te sientes y “hablamos el mismo idioma”, por lo que ahí no te sientes juzgado y te notas entendido y apoyado».

La importancia de los monitores y técnicos de Cáritas

«Pasan los días, las semanas y vas recuperando la energía que habías perdido durante años. Tu cara de felicidad, tu concentración para ver una película o tu vitalidad son pequeños logros en los que te vas dando cuenta de que algo está cambiando. Junto con el trabajo diario de las psicólogas de cada promoción, que es donde realmente tratas el tema y surgen los momentos de reflexión profunda que tienes que ir gestionando emocionalmente, está el trabajo de los monitores. Con ellos convives prácticamente todo el día en el resto de las actividades de la casa y siempre están dispuestos a escucharte, a darte ánimo y un buen abrazo si hace falta. Sin ellos la casa no podría funcionar. Al igual que tus compañeros, se convierten en tus amigos por la atención que recibes y el gran número de horas que compartes. Un consejo o un desahogo a tiempo te hacen ver las cosas de distinta manera en una casa donde, lógicamente, hay un trabajo de convivencia y de búsqueda de la armonía de todos.

Llegado el momento, lo más esperado por todos es poder salir de la casa, tener tus primeras tomas de contacto con el exterior. La inseguridad se apodera de uno y el apoyo de los tuyos juega un papel primordial. Has pasado dos meses en la casa, no sabes muy bien cómo vas a reaccionar y esos primeros domingos en los que puedes salir, estar acompañado te hace superar todos esos nervios. Ver que eres capaz de estar en sociedad sin pensar en beber te hace venirte arriba emocionalmente. Tu trabajo interior empieza a dar sus frutos y cada semana que pasa te vas sintiendo más reconfortado. Yo sentía que estaba creciendo como persona y que todo este esfuerzo merecía muchísimo la pena. Ver las caras de tus más allegados sabiendo que estás bien y sano me emocionaba. Y, al igual que dije con la cuestión de las visitas, llegar a la casa y hablar de cómo lo has vivido con tus compañeros, monitores y psicóloga te fortalece.

Con el paso de los meses puedes salir sábados y domingos. Vuelves a pasar una noche en tu casa. Esa nueva y vieja experiencia a la vez la viví con mucho cariño. Sinceramente, son tales las emociones por las que pasabas en esos momentos que no tienes ni tiempo en pensar en la bebida. Todo marcha. Y perdón que repita que mucho la palabra “emociones”, pero su gestión es vital para que llegues a buen puerto.

Cuando llegas al final de camino

En la recta final se cambian los papeles. Llegan nuevos compañeros a la casa. Tu rol es diferente y ahora eres tú el que aconsejas y recibes a nuevas personas, mientras también continúas consolidando tu propio proceso personal pensando en lo que harás al salir. Esos últimos dos meses se pasan volando. Cuando te das cuentas ya estás fuera. Los sesenta días finales son, quizás, la parte más importante de toda tu estancia. Necesitas hacer una mayor introspección personal para que todo lo que has aprendido y vivido se mantenga en tu vida real.

Hay que saber escuchar a tu psicóloga, a los monitores, a las cocineras y a los voluntarios que ayudan con actividades como caminatas, ir a la piscina municipal de Agaete, etc. Saborear todos esos instantes y encauzarlos en la dirección correcta son los cimientos para que cuando vuelvas a la calle seas capaz de aguantar “la realidad”, alejarte de los lugares y personas tóxicas de tu pasado, así como saber qué hacer ante los golpes que puedas vivir en tu vida laboral o personal. Todo lo que has recibido de la casa hay que interiorizarlo y conseguir florecer como nunca lo habías hecho.

En definitiva, el Proyecto Esperanza es una mezcla de emociones, crecimiento personal, humildad, bajo el gran trabajo específico de un equipo que hace que uno de los momentos más duros de tu vida en un lugar mágico en el que podrás reencontrarte contigo mismo, ser feliz y contagiarlo a todo un entorno familiar que aguantó muchos momentos delicados a tu lado y merecen verte de nuevo como eras antes de escoger el camino de la bebida. Un camino sin salida y de autodestrucción. Si tú quieres y la Casa Esperanza pasa por ti y no tú por ella, enriqueciéndote de absolutamente todo en un sitio espectacular como el Valle de Agaete, es un paso que tienes que dar para conseguir que tu vida de un giro de 180 grados».

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