Testimonio: «Soy consciente de que si me descuido, me puedo hundir otra vez. Gracias a Cáritas me mantengo a flote»

Testimonio de una persona atendida por el Área de Vivienda de Cáritas Diocesana de Canarias.

Me llamo J.C. Tengo 56 años. Soy de Andalucía. No tuve infancia, mi padre era un maltratador. Yo ya le he perdonado porque no me gusta vivir con rencor, pero nos hizo la vida imposible a mi madre y a mis hermanos. Me fui de mi casa a los 14 años.

Yo quería haberme dedicado a la vida militar como homenaje a mi abuelo, que fue mutilado de guerra y quería que estuviera orgulloso de mí. Fui paracaidista y llegué a cabo, tuve un puesto de mando.

Tenía una pareja a la que quise mucho. Nos conocimos de jovencitos y estuvimos juntos 18 años. Dios me la quitó. Teníamos nuestra tienda. Todo que teníamos ahorrado lo invertimos ahí. La tienda estuvo abierta durante diez años. Ahí trabajamos los dos a piñón. Teníamos nuestro piso, compramos un coche… Yo no era un muerto de hambre.

A mí me hubiese gustado formar una familia, compartir mi vida con alguien, pero ella estaba enferma y se la llevó Dios. Si no se la hubiera llevado, ahora seguro que seguiríamos juntos. Su muerte me afectó muchísimo: empecé a beber, no dormía… Perdí el trabajo que tenía como pintor. Yo estaba muy mal y entonces un amigo, que veía que me estaba hundiendo, me pagó un billete  para venir a Canarias, a Tenerife. De ahí me vine a Las Palmas y acabé en Fuerteventura.

En Fuerteventura pasé 11 años. Conseguí trabajo en el mismo barco en el que fui a la isla. Aprendí el oficio de encofrador y nunca dejé de trabajar mientras estuve ahí. Hasta compré un terreno en Gran Tarajal. Allí tuve otra pareja y cuando rompimos me quedé sin nada. Llegué a casa de mi madre, en la península, solo con una maleta de ropa. Después de eso me dio una depresión muy grande y tuve que estar de baja durante cuatro años. Intenté quitarme la vida cuatro o cinco veces. Intenté remontar, rehacer mi vida, pero no salió bien. Hace un año decidí poner tierra de por medio y volverme a Canarias.

Me vine con unos ahorros que conseguí, pero era poco dinero. Llegué a Gran Canaria con 100 copias del curriculum y los entregué todos en la zona sur, buscando trabajo. No tuve suerte, me gasté todo el dinero y tuve que venirme a Las Palmas de G.C. a buscarme la vida.

En esa etapa, me dieron dos infartos y cuando me dieron el alta me pusieron en contacto con Cáritas, ya que no tenía otro sitio a donde ir. Me dieron un sitio donde dormir, comida, un bono de transporte… con eso podía empezar algo. A mí nadie me había dado nunca nada, todo lo que tuve siempre me lo gané yo. Por eso estoy muy agradecido, porque me dieron ayuda. Yo me iba a quedar tirado y gracias a Cáritas eso no pasó. Me tratan muy bien, incluso se acordaron de mi cumpleaños y me regalaron una cajita de bombones. Me emocioné con ese detalle porque no estoy acostumbrado a eso, no me lo esperaba.

Durante el estado de alarma nos derivaron a una pensión para poder hacer el confinamiento. Ahí estuve muy bien. Para mí fue un regalo que desde Cáritas me ayudaran a pasar ese tiempo tranquilo. Allí estuvimos casi tres meses hasta que se volvió a abrir el centro.

Llevo un año quedándome en el centro de baja exigencia de Cáritas en Las Palmas de G.C. Ahí estoy muy tranquilo y muy agradecido de poder dormir bajo techo. Alguna vez he metido la pata, pero la verdad es que estoy muy a gusto allí. Me gusta estar aseado, bien vestido, peinado… pero por mí mismo, no por lo que piensan los demás. Soy consciente de que si me descuido, me voy a hundir otra vez y no quiero. Gracias a Cáritas me mantengo a flote.

¿Mi ilusión? Mi ilusión es encontrar un trabajo. He tenido mala suerte. Cuando llegué a Las Palmas tuve problemas de salud y tuve que rechazar tres trabajos. Yo lo único que quiero es encontrar un trabajo, poder pagarme un alquiler y tener para comer, como he hecho siempre. Solo quiero vivir en paz, en armonía. Estoy cansado de vivir así.

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