Más de dos centenares de personas reivindican los derechos de las personas que no tienen hogar

Más de dos centenares de personas salieron ayer a la calle para reivindicar los derechos de quienes se encuentran en una situación personal desestructurada y que carecen de una red de apoyo, ya sea familiar o social, y que en muchas ocasiones padecen graves problemas de adicciones o de salud, ya sean físicos o mentales. Según Cáritas Diocesana de Canarias, en su ámbito de actuación, las cifras de estas personas sigue aumentando.

 

 

Jennifer Montesdeoca Rocha, responsable del programa de Personas Sin Hogar, explicó que la problemática “sin hogar” se plantea más allá de “las personas que duermen en la calle, porque reducirla a esto supone una simplificación de su realidad, ya que es sólo la consecuencia más extrema de un proceso de empobrecimiento y exclusión social que empieza mucho antes”.

En este sentido matizó que desde Cáritas se entiende “que las situaciones de sin hogar, son el escenario más complejo de los perfiles de exclusión social, no sólo se ha perdido un empleo, también en la mayoría de los casos se ha perdido la posibilidad de contar con el apoyo de una red familiar y social, lo que suele derivar a un gran deterioro físico, mental y a la ruptura de las relaciones personales”.

Montesdeoca explicó que en lo que va de año, en toda la diócesis se ha atendido “a 1.012 personas en situaciones de sin hogar. De ellas, desde los programas especializados del Área de Personas en Situación de Sin Hogar de Cáritas (incluidos los proyectos arciprestales de Ceinso y Caipsho), el primer semestre de este año 2014, han sido atendidas 469 personas en situación sin hogar”.

Partiendo de la premisa de que la Persona Sin Hogar no sólo a aquella persona que “vive en la calle” sino, además, a aquella que no dispone de unos mínimos de habitabilidad en la vivienda o disponen de un techo temporal, la portavoz de Cáritas indicó que de las personas atendidas, 359 viven en la calle, lo que representa el 76% del total, una realidad agravada por todos los aspectos de salud que se ven altamente afectados.

Por otra parte, el 84,% son personas que viven solas. Existe también convivencia familiar de un 5,54% de las personas atendidas. Sin embargo, la grave característica intergeneracional de las situaciones de exclusión en general, y mucho más alarmante de las situaciones de sin hogar, permite señalar “la extrema vulnerabilidad y riesgo social de los hijos e hijas de las personas que viven esta situación, el 2,34% de las atendidas tienen hijos/as a cargo”, afirmó la responsable del programa.

La edad de las personas que viven estas situaciones y que Cáritas acompaña está mayoritariamente entre los 30-59 años (79,08%). Edades dentro del rango más proclive a la actividad laboral. No obstante señala que “es preocupante también, que el 12% de las personas en esta situación son jóvenes entre los 15-29 años, edades fundamentales en los procesos educativos y de transición entre la formación académica-profesional y el mercado laboral”.

La clave para el desarrollo personal y social de las personas en situación de sin hogar no es tanto el empleo, como la vivienda. Al carecer de una vivienda estable y adecuada, las personas que viven estas situaciones ven forzadas a adoptar estilos de vida que les impiden desarrollar una actividad laboral convencional. “El acceso a la vivienda”, explica Jennifer Montesdeoca, “es prioritario para todas las personas. Para obtener y conservar un empleo es necesario contar previamente con un alojamiento estable. Las situaciones de sin hogar están cambiando”, y resaltó, “el aumento de familias que por la ausencia de recursos se quedan sin vivienda y se ven abocadas a vivir en la calle”.

“Las personas atendidas por Cáritas en esta situación requieren la atención a diversas necesidades derivadas de la ausencia de una vivienda estable y adecuada y asimismo, de una renta o un empleo. Entendemos que el empleo además de ser una fuente principal de renta, es clave en la articulación de las relaciones personales y sociales. Cuando se pierde por un periodo prolongado sacude con fuerza los cimientos del bienestar de las familias y su entorno vital”, concluyó.

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