Al menos el 20% de las mujeres atendidas por Cáritas Diocesana de Canarias en contexto de prostitución son víctimas de trata

Centro Lugo es el proyecto de Cáritas Diocesana de Canarias especializado en la atención a víctimas de trata de seres humanos con fines de explotación sexual. En el último año atendió a 476 personas, de las cuales se detecta que al menos un 20% son mujeres con indicadores de trata de seres humanos.

Esta identificación es compleja en cuanto suele darse una falta de conciencia de las propias mujeres de su condición de víctima y de sus derechos como tales. Además, se suma la dificultad de tener que adaptarse a una cultura nueva y desconocida, el idioma, el trauma que representa la experiencia vivida, las consecuencias psicológicas del estado de esclavitud, el miedo por sí misma y por sus familiares, la desintegración de su identidad, de su capacidad de elegir y la ruptura con ese ideario de sueño europeo que ha motivado el viaje.

A diferencia con la prostitución, la trata de seres humanos con fines de explotación sexual sitúa a las mujeres como víctimas de un delito y son titulares de una serie de derechos según la legislación nacional e internacional vigente. Para poder reconocerles sus derechos y apoyarlas en la recuperación de su proyecto vital, es fundamental detectar a las mujeres que son víctimas y para ello, es imprescindible el acercamiento a los lugares de ejercicio de prostitución, así como la creación de relaciones de confianza con las mujeres.

En el ejercicio de la prostitución y/o bajo el fenómeno de la trata se generan diversas consecuencias biopsicosociales que afectan en el desarrollo de su plenitud vital. Algunas de ellas se identifican de la siguiente manera: 

  1. Aislamiento y pérdida de ritmo social. En los últimos años, la prostitución ha pasado de estar ubicado en calle o clubs a desplazarse a pisos privados, lo que ha provocado que las mujeres se encuentren mucho más aisladas, que a las organizaciones sociales y a las fuerzas y cuerpos de seguridad nos cueste más acceder a ellas. Por ello, las mujeres con las que trabajamos viven en la sombra, permanecen invisibles, tratando con todo aquello que la sociedad quiere ocultar. La distribución que realizan de su tiempo (día-noche, descanso-trabajo) hace que progresivamente vayan perdiendo más el contacto con realidades ajenas al mundo de la prostitución. Asimismo, sufren un deterioro muy pronunciado de su salud física, producto de los malos hábitos de sueño y alimentación. Todo esto, no les permite echar raíces sociales ni desenvolverse en la ciudad o población donde están ubicadas ni conocer sus derechos. Además, no se puede obviar que nuestra sociedad estigmatiza y excluye a las mujeres que se encuentran en contextos de prostitución y hay algo todavía más dañino que permanecer oculto y ajeno a la sociedad, y es la percepción, que muchas de ellas manifiestan de no importar a nadie, lo que acaba desarrollando en ellas desconfianza generalizada.  
  2. Miedo/estrés. Las mujeres están sometidas a un ambiente de estrés continuo que produce miedo e inseguridad. Los síntomas más característicos son: dificultades para concentrarse y conciliar el sueño, irritabilidad, respuesta de alarma (sobresaltos) y aprensiones exageradas. Es importante destacar que las mujeres con las que trabajamos presentan sintomatología depresiva, indefensión aprendida y en muy alto porcentaje, trastorno de estrés postraumático. 
  3. Derechos vulnerados. Debido a las consecuencias anteriormente expuestas (miedo, desconocimiento de recursos, desconfianza, falta de apoyo…) y a otras añadidas a este perfil (situación administrativa irregular, presiones o amenazas por parte de redes criminales o proxenetas…), cuando las mujeres quieren abandonar el ejercicio de la prostitución, se encuentran con muchas dificultades. En primer lugar, la vulneración del derecho a la salud, en cuanto no se proporciona apoyo psicológico suficiente desde la administración pública para recuperarse de las secuelas psicológicas generadas en estos contextos. En segundo lugar, la falta de alternativas económicas que les permitan cubrir sus necesidades básicas fuera del mundo de la prostitución y que permita apoyar un proceso formativo con vistas a mejorar sus opciones de empleabilidad. Y, en tercer lugar, la falta de vivienda y la imposibilidad de acceso a alquileres por los innumerables requisitos exigidos actualmente en este mercado.  

Por todo ello, un día como hoy, 30 de julio, Día Mundial contra la Trata, permite seguir en la tónica de visibilizar esta realidad, para romper mitos y generar una actitud crítica frente a estos procesos. Desde el proyecto Centro Lugo de Cáritas se ha avanzado en ello, además del trabajo realizado para la superación de las secuelas traumáticas que muchas de las mujeres sufren por ser víctimas de trata de seres humanos.

Sin embargo, sigue siendo necesario un Protocolo Autonómico en Canarias para la protección de las Víctimas de Trata de Seres Humanos y seguir incidiendo en la puesta en marcha de acciones de sensibilización contra la trata desde la perspectiva de las entidades especializadas y profesionales involucradas a escala nacional.

Cáritas Diocesana de Canarias considera fundamental destacar que las mujeres necesitan una garantía de derechos que se debe dar desde los titulares de obligaciones, y que es muy complicado salir de esta situación si no hay una apuesta gubernamental clara por apoyar el abandono del ejercicio, pues los perfiles de las mujeres, en su mayoría, se encuentran en circunstancias que quedan fuera de los requisitos para el acceso a ayudas o empleos por su condición administrativa irregular principalmente.

Última actualización: 30 de julio de 2024

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