Los datos sobre la tasa de paro que hacen balance del 2012 confirman que las medidas correctoras adoptadas por los gobiernos han sido del todo inútiles, y están abocando al Estado a una catástrofe social. Es preocupante que la cifra oficial según la Encuesta de Población Activa (EPA-INE) a nivel estatal esté ya en los seis millones de personas sin empleo (el triple que en 2007 y un crecimiento de prácticamente 700.000 personas –la población de Gran Canaria- en sólo 12 meses). La realidad social que se esconde tras los números es dramática.
1.924.100 personas llevan más de dos años sin encontrar un empleo, o lo que es lo mismo, carecen del derecho básico al trabajo, han perdido las principales ayudas al desempleo y cuentan cada vez con menos apoyos, sumergiéndolas en el fracaso social y económico más absoluto.
Si el número de personas directamente afectadas es importante, la cifra se multiplica si hablamos de los ciudadanos y ciudadanas que están siendo arrastrados indirectamente por esta espiral. Hijos e hijas que carecen de recursos para sus estudios, padres y madres que con pensiones mínimas están renunciando al descanso de su jubilación para afrontar la realidad de su familia, hermanos y hermanas, vecinos y vecinas, amigos y amigas… Cientos de miles de personas que se encuentran con el drama cada día.
Ante los 638.300 de hogares sin ingresos o el 1.833.700 de hogares en donde todos sus miembros están en paro, no podemos pensar que estamos creando una sociedad justa o digna, no podemos mantenernos impasibles e indiferentes viendo este río de personas que sigue perdiendo hogares, mendigando comida, solicitando ayudas de última instancia y enfrentándose a una vida que no es vida.
En Cáritas Diocesana de Canarias percibimos esa realidad diariamente, como percibimos también un aumento de la solidaridad por parte de particulares y empresas, gente que tiene conciencia de que la realidad creada exige el compromiso social y la fuerza de quienes aún pueden tirar del carro.
Sólo si nos transformamos nosotros y nosotras, si descubrimos que la única forma de avanzar es evitando que nadie se quede atrás, si trabajamos juntos en una salida social y no económica, sólo así, volveremos a crecer como personas y como sociedad. El resto son otras historias que poco tienen que ver con la vida cotidiana de las personas y su felicidad.
Última actualización: 1 de febrero de 2013